
Los dominicanos nos rasgamos las vestiduras ante las conductas descritas en esos reportajes, pero, ¿en qué se diferencia un haitiano que paga por una acta de nacimiento dominicana falsificada, de un dominicano que paga por una “green card” falsificada en los Estados Unidos?
¿Cuál es la diferencia entre la haitiana que paga para venir a parir a un hospital dominicano, de la dominicana que a los ocho meses de embarazo compra un pasaje para ir a dar a luz a Nueva York y hacer que el hijo nazca “ciudadano americano”?
No queremos entender que estamos ante situaciones iguales en términos éticos y que ambas tienen su razón de ser en las carencias en los respectivos países y en las expectativas de mejora que implica la nueva condición, pues al ser “dominicano” o “gringo” se amplían las oportunidades de progreso y las esperanzas para la familia.
No se trata de querer más o menos la nacionalidad o de proteger a un delincuente. Se trata de sobrevivir en medios hostiles, pues como decía un letrero en La Vega: “la dignidad comienza por el estómago”.
Tan sencillo como eso.
Autor: ADRIANO MIGUEL TEJADA
atejada@diariolibre.com
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